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AL TEIDE (versión Revista de Canarias)

   Poema publicado el 23 de agosto de 1879, en el número 18 de la "REVISTA DE CANARIAS", también fue publicado con algunas diferencias en el libro "MUSA CANARIA" en 1900.
 

AL TEIDE
(a bordo del vapor “CIUDAD CONDAL”, 28 de agosto de 1862).
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   Yo te saludo, Teide majestuoso

que sobre el mar descuellas,

elevando tu frente de coloso

á la ignota región de las estrellas.

Al contemplar tu cúspide luciente

de nieve coronada,

ceñida por las brumas de occidente,

del alma apasionada

lágrimas brotan de cariño ardiente.

Cual faro luminoso

al navegante por los mares guías,

y elevándote airoso,

como la esbelta palma

en el desierto líbico arenoso,

despiertas en el alma

recuerdos mil de placenteros días.



   ¡Siempre, siempre te amé, Teide querido!

Siendo niño miraba tu grandeza

en dulce arrobamiento sumergido;

en la ausencia cantaba tu belleza,

y al divisarte envuelto, pudoroso

de nubes por un velo,

levantándote mudo y silencioso

hasta tocar el cielo,

de amor y de entusiasmo conmovido,

gigante de los mares,

torno á pulsar mi destemplada lira,

y entono los cantares

que tu arrogante majestad me inspira.


  En medio de la mar que eternamente

á tus plantas se agita embravecida,

eres hermoso, Teide refulgente

como el oasis que á gozar convida

del África desierta en las regiones;

como las más queridas ilusiones

que en la aridez soñamos de la vida.

Él marinero rudo,

cruzando el borrascoso

mar que dominas imponente y mudo,

te contempla admirado y silencioso.

Cuando Colón, el náutico italiano,

el genio aventurero de la Europa

que no cupo en el mar Mediterráneo,

engolfó sus gloriosas carabelas,

y trazando luminosas estelas

en el terso cristal del Océano

a tu vista pasó: desde la proa

de su navío señaló a su gente

tu colosal altura,

y acaso adivinara en tu hermosura

la hermosura de un nuevo continente,



   Un hijo de la mar y de la guerra

quiso clavar sobre tu frente un día

el estandarte rojo de Inglaterra;

mas fue humillada su soberbia impía:

que tus cóncavos senos retumbaron,

gritos de horror los valles repitieron,

y tus valientes hijos lo escucharon,

y al combate veloces acudieron.

y tus faldas floridas alfombraron

con los laureles que en la lid ciñeron.



   Teide gigante, bello majestuoso

gallardo rey de la feliz Nivaria,

Confuso y tembloroso

me atrevo á dirigirte una plegaria:

Cuando lleguen mis horas postrimeras

no me dejes morir desconsolado

en tierras extranjeras

ausente de tu lado.

En tus campiñas plácidas, rientes

¡grato pensil de cándidos amores!

en medio de tus flores

y límpidos arroyos y torrentes,

concédeme una tumba, porque anhelo

morir mirando de Nivaria el cielo.

                                                               N. ESTÉVANEZ


    La otra versión de este poema puede leerlo también en AL TEIDE (versión Musa Canaria)